A veces me preguntó si valió la pena dejarlos entrar.
Cuando estaban por fuera, todo era menos crítico.
La inmediatez de las emociones se disipaba suavemente,
el espacio se hacía inmenso,
el polvo era un velo de recuerdos positivos,
la lluvia era un saludo de ángeles,
el calor: un abrazo de amor.
Pero ahora que ya se han ido
sus pretensiones me hacen ahogar;
noto con inmediatez sentimientos de soledad …
la que siempre ha existido,
la que estaba bajo llave,
detrás de esa puerta que se ve más allá.
Entraron y se adueñaron de mi respirar,
de mi tiempo y hasta de mi mirar;
Cual transplante cerebral …
Entraron, se acomodaron, se adaptaron,
pero tomaron mucha libertad
Libertad para criticar y modificar …
El espacio se ha limitado.
El polvo ha revelado quietud .
La lluvia se ha convertido en extensión de mis ojos
y el calor se ha vuelto infernal.
Mis pies siguen anclados en la realidad,
mi corazón destrozado por un dictaminar.
Los dejé entrar y al irse nuevamente
miran hacia atrás
con ansias de juzgar
con razones para reprochar.
Los dejé entrar y aún así
no aprovecharon mi bien amar.
Por Carolina Gonzalez (Carolina Portilla Garcés)
Florida, USA – Octubre 4, 2019 – 3:07 pm